
Pasaron los días y llegó el concierto. En él, tuvo risas, bailes, encuentros con gente que no veía desde hace mil años, e incluso intentó coger una baqueta poniéndose en primera fila a codazos, pero nada, no consiguió sus propósito, así que se olvidó del tema.
Cuando terminó el concierto, sus amigas y ella decidieron dar un paseo por el Centro de su reino, Y allí en una discoteca de nombre Púrpura, se encontró al "príncipe" rockero. Lo mejor es que como siempre le pasa, al principio no le reconoció, es más, él fue quien la saludó. Empezaron a hablar de temas triviales, hasta que viendo el percal, ella le soltó un "Mira, que yo no soy una groupie", él le miró con cara extrañada y le dijo "¡Cómo que no!", a lo que ella se echó a reír a la vez que movía su cabeza negativamente. Él se dio la vuelta y se fue. Así sin más.
La chica se quedó desconcertada, sus amigos le dijeron que porque no le había pedido una foto, a lo que ella les contestó "Claro, se acaba de ir porque le he dicho que no soy una groupie, que va a querer hacerse una foto".
Ese día llegó a la conclusión que por mucho que quisiese nunca podría llegar a ser una groupie, acostarse con alguien al que no conoce y que encima se olvidará de tí en un segundo, no iba con ella.
Moraleja del cuento, mejor tener los pies en el suelo que ir danzando entre brazos de rockeros.
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