Dicen que son las cosas que realmente te importan, las que te hacen vulnerable. Y así era. Aunque lo evitase, pero claro eso era prácticamente imposible.
La vulnerabilididad estaba patente cada vez que lo veía, y por mucho que tratase de poner un escudo delante de él, siempre se colaba por alguna rendija. No quería volver a sufrir, no quería tener que volver a llevarse una decepción, no quería volver a escuchar como se rompía su corazón de nuevo.
Quería encerrarse en su caparazón y no dejar entrar a nadie más, ya había cubierto el cupo de decepciones en su vida, pero claro, esto era lo razonable, en la práctica era todo lo contrario.
Se dejaba querer y poco a poco iba cediendo, su escudo se iba resquebrajando y llegaría un punto en el que él entraría del todo... No estaba preparada, pero ya no podía dar marcha atrás.
Cuando el amor te arrastra es inevitable resistirse. Todos nos volvemos vulnerables porque sin quererlo nos entregamos en cuerpo y alma. Un abrazo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo ¡gracias por leerme!
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